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Después del genoma, el próximo desafío es descifrar el exposoma

La ciencia busca métodos para medir la exposición ambiental a lo largo de la vida.

El exposoma es una caracterización a escala ómica de los factores no genéticos que determinan la salud y la enfermedad.

Cómo influyen los componentes ambientales a la enfermedad sólo puede determinarse al evaluar la multitud de exposiciones humanas a lo largo de la vida.

Se han realizado enormes inversiones en la comprensión del genoma y casi nada comparativamente en la exposición. La medición de factores ambientales complejos que ejercen presión sobre nuestra salud no ha seguido el ritmo de la genómica. En la mayoría de las enfermedades, la genética solo explica un porcentaje de riesgo. El genoma es solo la mitad de la ecuación.

En los últimos años, la metabolómica, definida como el estudio de los procesos químicos que involucran metabolitos. se ha convertido en una herramienta poderosa para caracterizar estas exposiciones ambientales y la respuesta biomolecular humana a estas exposiciones a nivel del metabolismo. La metabolómica permite identificar rutas de exposición y nuevos biomarcadores asocian la exposición a eventos de salud.

Pero, ¿cómo registrar las exposiciones de un individuo a lo largo de su vida? Hasta ahora las posibilidades de medir factores ambientales se limitan a realizar determinaciones de elementos tóxicos conocidos en los ambientes en que interactúan con la vida humana, como aire, suelo, agua, alimentos, vivienda, transporte, y buscar huellas de esos elementos en el organismo. Pero no sabemos el impacto en la salud de los millones de químicos y microorganismos con los que tenemos contacto a lo largo de la vida.

Las herramientas para monitorear el medio ambiente están en aumento. Pulseras para examinar la exposición a sustancias químicas, monitores portátiles que las personas llevan mientras se desplazan, buscar rastros de exposiciones pasadas en el organismo, datos de seguimiento de los teléfonos celulares con los indicadores satelitales de la calidad del aire, son algunos de los recursos que se manejan actualmente.

Pero las tecnologías emergentes permitirán obtener mayor y más detallada información sobre drogas, tóxicos, contaminantes, nutrientes y estresores físicos y psicológicos en una escala ómica. Estos datos también se podrán evaluar a nivel de sistemas y redes, proporcionando un marco para los avances en farmacología y toxicología.

También es necesario el desarrollo de un dispositivo accesible, para que cualquiera pueda mapear sus exposiciones individuales al ambiente, y así obtener información en períodos de alta vulnerabilidad de nuestra vida, como el embarazo o la lactancia, en individuos alérgicos o inmunosuprimidos.

Una gran plataforma de datos permite observaciones menos sesgadas que  permitirían aplicar medicina de precisión en cada individuo, realizar mejores ensayos clínicos de drogas y tomar determinaciones a nivel de salud pública.

Se están formando nuevos grupos de investigación en todo el mundo cuyos esfuerzos hasta ahora se han centrado en gran medida en establecer la tecnología, los métodos y las colaboraciones necesarias para avanzar en reunir datos a través de la lectura de cómo el cuerpo está siendo afectado por el medio ambiente y poder realizar programas predictivos.

La exposición, como otros campos de la ciencia hoy en día, es un problema de volumen de datos. En ese aspecto no es diferente a los primeros días de la genómica, cuando el mapeo del genoma humano parecía un objetivo inviable.